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jueves, 1 de agosto de 2013

MANIFIESTO

PLATAFORMA “UNIÓN MINERALÓGICA”
Desde que hace siglos se recogiera el primer mineral del terreno y el ser humano descubriera los usos y recursos que podría darle, se produjo un gran progreso, una revolución que nos ha acompañado durante toda nuestra historia, y que ha unido íntimamente al hombre con la piedra y el metal.
Un breve repaso a la historia de la mineralogía española nos retrotrae al Gabinete de Ciencias Naturales de Carlos III, donde se exponían los mejores ejemplares minerales de que se disponía y conocía en aquel momento, a partir de ahí se desarrolla en nuestro país un impulso por el conocimiento mineralógico y de ello se deriva el incremento de colecciones privadas y públicas, el aumento continuado del estudio de todas las ciencias y ramas científicas que lo rodean, y por supuesto, la suma de cada vez más personas interesadas en todos los aspectos de la mineralogía, una suma que en pleno siglo XXI se ha visto apoyada por las nuevas tecnologías.
Este progreso e incremento es fruto de la herencia recibida y de la curiosidad innata del ser humano, también de la inmensa riqueza mineral del país en el que vivimos, una riqueza que es de todos los ciudadanos, la cual a todos beneficia de una u otra manera.

La contemplación e investigación de las colecciones museísticas de este país, es posible hoy gracias al esfuerzo y trabajo de los que nos precedieron, de reyes, aristócratas, químicos, físicos, geógrafos, naturalistas, geólogos, analistas, investigadores, ingenieros de minas, mineros, maestros, estudiantes, aficionados y público en general. Estas colecciones han sido alimentadas por todos ellos, piedra a piedra, y donadas a instituciones, organismos y entidades estatales para su investigación científica y para su exposición y uso social, muchas de estas colecciones públicas no existirían sin el coleccionista que las recopiló, las conservó y más tarde las entregó, no serían lo que son, y no habrían permitido la investigación y referencia de nuevas especies sin el recolector, la persona que extrajo ese mineral y se preocupó por su forma, color, hábito cristalino, etc.… Este patrimonio, es nuestro patrimonio, el de todos, desde el conservador del museo hasta el último empleado que limpia las vitrinas, un patrimonio que necesita estar vivo, y cuya vida depende de que se le utilice, admire e incremente.

Nosotros somos los herederos de este patrimonio, somos el niño que pegaba su nariz a los cristales de las vitrinas, el que acariciaba cada arista del cristal de un mineral, el que abría los ojos sorprendido ante un color y una forma, el que ansiaba un martillo y un puntero el día de su cumpleaños, el niño que estudiaba con voracidad las ciencias naturales, el que admiraba a aquel profesor empeñado en hacerle conocer la mineralogía, el que se gastaba la paga del domingo en piedras, y el que coleccionaba los minerales que regalaban con el Cola Cao. Somos los jóvenes que decidieron estudiar una carrera de ciencias, los que se tiraron al monte a buscar minerales en minas olvidadas y abandonadas, aquellos jóvenes que publicaron sus hallazgos, que se agruparon en asociaciones con otros que compartían su misma afición, somos los jóvenes que fuimos, y ahora, ahora somos los hombres que comparten, enseñan, comprenden y alimentan el amor por los minerales, por las ciencias naturales y por la naturaleza. Somos los hombres que hemos recuperado un patrimonio minero, un patrimonio geológico, nuestro patrimonio, esos hombres que antes fueron herederos y ahora somos depositarios de lo heredado, y por lo tanto responsables de lo que se herede más tarde. Somos los guardianes de nuestras colecciones, y los trabajadores de las colecciones públicas, obreros sin nómina ni paga, altruistas de la mineralogía como lo fueron nuestros antepasados.

Todo esto corre peligro, en la actualidad surgen voces que defienden una postura carpetovetónica e inmovilista, una política conservadurista y prohibicionista, una política basada en la exclusividad y la propiedad de una ciencia, como es la mineralogía, que pasaría de ser de todos, a ser el coto privado de unos pocos elegidos. Para ello utilizan la demagogia de la protección como arma arrojadiza contra los demás, hay que proteger para construir, nos dicen, hay que prohibir para conservar, nos cuentan, y tras ese pretendido proteccionismo y conservacionismo no hay más que palabras vacías y egos inflados. Alguna de estas voces ha sido escuchada por personas ajenas a la mineralogía, expertos en medioambiente que no han contrastado, ni buscado, otras opiniones, experiencias y conocimientos que las del vocero más cercano. Así surge el Titulo VII del Anteproyecto de Ley de Conservación de la Naturaleza y Biodiversidad de la región de Murcia, un anteproyecto aprobado sin la necesaria consulta a todos los afectados por él, ya que únicamente se ha consultado a los afectados por otros títulos de esta ley, como son los agricultores y demás.

Este Título VII amenaza nuestra herencia en vez de protegerla, amenaza el futuro de la mineralogía española, y con ello, amenaza la evolución lógica y la ampliación de las colecciones públicas a través de los coleccionistas y buscadores privados, como ha sucedido hasta ahora, pretendiendo abolir nuestro derecho constitucional a la propiedad privada, pretendiendo decomisar y denunciar nuestras colecciones, pretendiendo que todo es público a partir de ahora, y a la vez prohibiendo la recolección que ha permitido hasta ahora ampliar las colecciones públicas y dotar a la mineralogía española de una cierta resonancia a nivel internacional a raíz de nuevos y maravillosos descubrimientos minerales, los cuales nunca han provenido de esas voces que claman por la prohibición, sino del aficionado y coleccionista al que se le pretende criminalizar, desposeer e impedir el acceso que desde hace siglos ha tenido a los yacimientos.

Esta es la amenaza, una amenaza que hoy acecha en Murcia, uno de los baluartes de la mineralogía española, la misma región minera que ha producido muchos de los ejemplares que hoy se muestran en colecciones públicas, gracias a su recuperación de entornos mineros degradados y abandonados por la administración, una Murcia minera que cuenta con el evento mineralógico más histórico y renombrado del país, la Feria de Minerales de La Unión, a la cual se heriría de muerte con esta ley, una Murcia minera que cuenta con asociaciones y colectivos ciudadanos que apoyan y difunden la protección del patrimonio histórico y minero a partir de su común afición por la mineralogía, una Murcia minera que acoge y recibe visitantes y turistas, que se beneficia de estas visitas y que quedaría relegada a ser una región de sol y playa nada más, cuando ahora es el corazón de la mineralogía española.

Ya conocemos la historia, conocemos quienes somos y de quienes venimos, conocemos la amenaza, y conocemos Murcia, es hora de que se conozca  y reconozca  nuestro colectivo, porque nosotros somos la mineralogía española, somos Murcia, y sobre todo, somos la unión.